lunes, 8 de febrero de 2021

{ destino }

 ¿Qué haces ahí, colocando tus cosas, vaciando tu maleta? 

¿Quién te ha dicho cómo entrar y cómo quedarte? 

Yo no quería, no lo entiendo. No quiero mirarte y sentir que me sobra espacio entre tu pecho y el mío; no quiero besarte como si no hubiese habido otra boca, como aquel día en el cine donde suavemente entrelazaste tus dedos en mi pelo y me sentí caer. 

¿Qué me pasa? 

¿Qué hago? 

Que miedo da todo de repente, que miedo no verte más, no volver a acariciarte, que miedo no escuchar tu risa y dejar de sentir esa paz en tu pecho, en tu piel. Quiero llorar de impotencia sabiendo que me has traspasado como el corte de un papel: sin darme cuenta, rápido y sutil a la vez; me dueles y me escueces y me arañas las murallas que tan bien me habían quedado, y me curas, me llenas, me cuidas haciéndolo parecer tan fácil, tan natural. Eres como un recuerdo de otra vida, yo ya te conozco y tu ya me conoces a mi; como si de un reencuentro se tratara: ya me he perdido en tus ojos antes, ya me han tocado tus manos, yo ya he sentido tu piel. Sé que también te sientes perdido, lo sé porque nos hicieron por igual, esa facilidad para disimular el dolor, la soledad, detrás de un carisma impecable, una sonrisa eterna, ese don para ayudar. No quiero que tengas miedo a ser tu mismo conmigo, no quiero que tengas miedo a arriesgarte, no quiero que tengas miedo a nada nunca más. Confío en la certeza y en la fuerza de tus manos para dejarme caer, y quiero que saltes conmigo, quiero invitarte a volar, a construir un hogar, con los cimientos más firmes, con el calor más puro, con el tiempo y la paciencia del que sabe que ha encontrado su lugar, con todo ese amor que guardamos y que no habíamos podido dar. 

No hay comentarios: