“¿Por qué no me llevas a otro lugar? A un lugar al que yo no pertenezca y nos escondemos hasta mañana”
A veces sueño con desaparecer de esta vida. Aparecer en una en la que vivamos en una preciosa casa victoriana, una que hayamos ido arreglando poco a poco, con un enorme jardín lleno de peonias, flores de todo tipo y patitos correteando. Donde pintar al atardecer en el invernadero, con un café caliente y el toca discos de fondo, mientras lees en una mecedora antigua haciéndome compañía. Los tres peques corretean por la casa aún en sus pijamas de cuadritos y Noha los persigue para jugar. Desayunamos los domingos en la cama, tortitas recién hechas y un té caliente, y los viernes es noche de pizza casera y peli. Celebramos dos días especiales al año, uno para nosotros y otro para nuestra familia, sin excepción. Los cumpleaños son inolvidables, cada cual más bonito, y en navidad decoramos todos juntos el árbol al calor de la chimenea. A una hora de casa está la playa, el agua está helada pero se puede pasear y si vamos tarde siempre nos quedamos a ver las estrellas mientras contamos las mismas historias de siempre. Cada uno tiene su cucharilla especial y los días de pijamada hay siempre helado de postre. En primavera volvemos a las islas a visitar a la familia algunos días, a comer rico y a ver los almendros. Llenamos cada año con más instantáneas los álbumes de fotos, algunas están por la casa y otras en la nevera, aunque mi favorita la llevo siempre en la cartera. Los sábados vienen los amigos a casa a pasar el rato en el jardín, hacemos barbacoa y nos quedamos hasta tarde y los domingos después del desayuno vamos al mercado a pasear, a comprar fruta fresca y especias. Aprendí a tocar el piano y a veces los chicos se sientan a escuchar mientras practico. Bailamos por las noches a la luz de las velas mientras preparas la cena y cuando los peques ya están durmiendo nos quedamos hablando y acariciándonos en el sofá, es nuestro ratito. A veces llenamos la bañera de espuma y nos quedamos en remojo como los patitos del jardín.
Y la vida es tan bonita que no quiero estar en otra parte.
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