jueves, 6 de agosto de 2020

{ frágil }

Qué frágil es la ilusión.
Él se marchó aquel día y ella murió allí en el aeropuerto. Nada fue igual nunca más.
Solía creer en lo eterno de los latidos que van cargados de domingos en la cama y locuras ensalitradas, en el significado de nosotros, incluso llegué a creer en la magia. Solía creer.
Cosas de niños supongo.
Es difícil encontrar refugio cuando no hay fuego que pueda derretir ni calentar, cuando no hay deditos que agarrar bajo las mantas ni al caminar, ni ese eterno silencio cómodo donde las palabras no tienen sentido, llamado comúnmente complicidad. Sigo acariciando las sábanas, cambiando el bolso de lugar.
Echo de menos tantas cosas que muchas veces olvido a quien se las robé. Con el tiempo se valoran de manera diferente. Los caramelos, las cartas, los libros o los motes ya no saben igual. Réplicas de un momento calificado como único, una versión original cuya singularidad se extinguió llevándose un trozo de algo en mi que no he vuelto a recuperar. Qué chispa surge cuando aparecen y que fugaz desaparece. 
Asimilar la realidad puede llegar a ser tan insulso, tan vacío, tan ridículo. Es curioso como uno ya sabe cuándo se rompen las cajitas y la música se va a empezar a atascar, vendarse los ojos a veces funciona, forzando la máquina a sonar. Se suelen quebrar las notas cual cristal y las astillas dejan más cicatrices, tardan más en curar. Al final es mejor solo limitarse a escuchar, no intervenir, continuar. Total silencio.
Por momentos pienso que ninguno sabe del todo todo, cambiando siempre de máscara, creen conocer pero han topado tarde o temprano con el mismo muro nunca construido porque sí. Llegado el momento duelen igual, por más o menos tiempo, pero igual.
Qué largo es el olvido.

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