Y se besaron,
apegados los dos.
Cabezas inclinadas,
apretándose
el uno al otro.
Fundiendo
labios y lenguas
con los ojos cerrados.
Y fueron instantes eternos,
días de sueños adensados
en savia salada
y en una migaja de tiempo,
efímero con un latido
y ancho como el mar despeinado.
Dos bocas fueron una,
dos alientos se cruzaron.
Dos vidas y un solo respiro
y la palabra te amo,
colgando silenciosa en el vaho.
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