martes, 10 de marzo de 2015

{ sopa }

Últimamente no sé a dónde estás mirando.
Creo que te has quedado estancado en el futuro y parece que no sales de ahí.
Miras hacia agosto, hacia septiembre y estamos en marzo aún.
Miras a la soledad y a la distancia cuando me tienes aquí contigo, justo a tu lado.
Y aunque el futuro quede lejos, lo has traído al presente.
Y puedo sentir el frío de una nieve que ni quisiera he tocado.
Puedo sentir el espacio que nos separa.

Y yo, que soy de arriesgarlo todo a una -no sin antes pensarlo mil veces-, me veo atrapada en tu inseguridad, dándole rienda suelta a la mía.
Y parece que cada vez que consigo encontrarme en tus ojos y siento que suena fuerte la música en mi pecho tu vuelves a construir un muro que progresivamente atenúa el sonido. Me pierdo y me pregunto si de verdad quieres que me arriesgue y saltemos o si simplemente te quedarás atrás viéndome saltar. Esto no puedo hacerlo sola.
No eres el único que tiene miedo a lo que pasará, pero hay una diferencia entre afrontar las cosas en su momento y huir antes de que tengan lugar. Hay diferencia entre subir al bote y querer llegar a puerto, y hundirse antes incluso de embarcar.

Y todo esto no son más que conjeturas, porque ya ni siquiera parece que tengas ganas de hablar.
Echo de menos los detalles por los cuales me sentía especial contigo. Echo de menos sentirme especial y no una chica normal de esas que no son como la francesa. Me gustaría tener opción a elegir, poderme anteponer y que no suponga un problema, y es que si bien sigo mejorando la parte en la que acepto un no por respuesta, parece que no soy la única que debería mejorar en ese aspecto.

Y es que a veces también me apetece ir a la playa, ponerme morena y que vengas conmigo; me apetece que vengas a casa a comer dos días a la semana; que te leas algún libro mío de los que me gustan; me apetece cerveza francesa que me recuerde a parís y salir a donde siempre; me apetece que me seduzcas, sentirme satisfecha hasta en el último de mis poros; que compremos helado de tarta de queso; me apetece comer tarta de zanahoria; que bajes a mi universidad cuando tengas un rato entre clases; me apetecen fotos, miles de puñeteras fotos con las que recordar momentos que ya no volverán; me apetece que te quedes a dormir y no tener que imaginármelo;

en lugar de pasar los fin es de semana en casa encerraditos, ir a comer a tu casa, leer libros que me recomiendas, beber Guinness en el irlandés, comer helado de stracciatella, subir a tu universidad o a donde quiera que estés; que yo no digo que esté mal, pero me apetece, en definitiva, sentir que vamos cincuenta a cincuenta.

Quizás al final sigo teniendo el mismo problema: esperar de la gente de tanto como lo que recibe. Y quizás también debería repasar mi orden de prioridades y aprender a utilizar el "no" en mi vocabulario.

El tiempo dirá.

Por cierto,

Estoy cansado, me voy a dormir
Y yo
Chao.

No hay comentarios: