martes, 15 de abril de 2014

{ malaci }


“Lo miró a los ojos y se acercó a él, adivinándole el miedo y las tristezas, se abrazó a su cuerpo y este comenzó a resquebrajarse como las hojas secas. Entonces, las corazas comenzaron a caer. Mantuvo el abrazo, guerrero, que les daba tanta paz y les hacía tanta falta, hasta que los cuerpos comenzaron a doler.

- Yo también siento miedo - le susurró -. A lo que venga y a lo que no. A no ser y a dejar de estar, a que nos gobierne la inhumanidad, a las melodías de piano donde los dedos danzan lentos y torpes, al violín que les acompaña, a la luna que no sale y al sol que se oculta, a la oscuridad que me traga y al vacío que te gana, a los pasos en falso y las caídas anunciadas, al mar calmado y a no tener los pies en el suelo, a volar tan alto que me pueda quemar o fluir tan bajo que no me pueda arrastrar, a las parálisis que vienen después de los análisis, a no estar listos y a querer huir, a la fortaleza del orgullo y a la fragilidad del Ser, a que me pueda romper, a que dejes de creer, a que se apague la luz que nos caracteriza y se borre nuestra sonrisa. A que se me vaya la vida y no pueda cerrar los puños para sostenerla… tengo tanto miedo, amor. Pero aquí estoy, aquí estamos y aquí estás. 
No importa lo que venga, 
el relato seguirá.”

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