lunes, 30 de diciembre de 2013

{ aún así }

Te pedí que acabáramos con todo, lo sé. Esta fue ya la tercera vez. 
Aún así, en mis manos puedo sentir todavía el calor de las tuyas; siempre tan ásperas. Se entrelazan a las mías y aprietan con fuerza, la misma con la que yo te sujeto, con este miedo a perderte y no saber encontrarme luego. Aún puedo sentir tus labios hundirse en los míos, suaves y despacio, como si no existiese el tiempo. Y como se humedece mi boca, y la pasión me invade y solo quiero llegar a ese momento en que cierras tus ojos frente a mi, esos minutos incomparables en los que pareces desvanecerte inmerso en tu halo.  Puedo verte ahí, a mi lado, mirándome con la ternura de la inocencia, con los ojos brillantes y esa sonrisa sincera y discreta, y se me quiebra el alma preguntándome si alguien podrá volver a hacerlo alguna vez así, con tanto amor para mi. Siento, también, como tus dedos me acarician la espalda, colándose despacio entre tantas capas de ropa y erizando mi piel hasta el más pequeño de los milímetros; como me tocas, abarcándolo todo, sin dejarte nada. Puedo notar aún como deslizas mi ropa convirtiéndola en nada, con seguridad, con cariño; y no tengo vergüenza, tengo paz, la paz de entregarte cada rincón de mi. Y eso es lo que he hecho. Te he entregado cada rincón. Cada parte de mi lleva tatuado un momento contigo y no se como borrarte. Y lucho contra los demonios que yo misma he creado en mi pequeña caja para que no escapen de nuevo hacia ti, porque al final no quiero volver a perderme entre centenares de dudas. Por que al final siempre es miedo y cansancio lo que me hace tirar la toalla, y es precisamente eso, lo que ahora me inunda. Mi caja se ha roto y no puedo contenerlos para que no arrasen con todo lo que a su paso encuentran. No puedo siquiera encontrar las fuerzas para reconstruirla, o, para al menos, reconstruirme a mi. Y soy consciente de que mis ojos ya han cedido, y en silencio, por las noches y no tan noches, llueve hasta que la oscuridad consigue devolverme la cordura para poder escuchar el vacío y aplacar así la tormenta unas horas más. Y mi cuerpo ya no tiene ganas de nada que no sea pasar largos períodos oculto entre mantas, buscando de nuevo refugio, ese que se fue contigo. Solo quiero invernar y despertar cual hoja en blanco, sin recuerdos que me hagan buscarte una y otra vez en mi cabeza para revivirlos como si de fotogramas se tratase, sin cicatrices en mí. Sin pendientes en las orejas.
Aún así, te hecho de menos.
Aún así, te quiero.

No hay comentarios: