domingo, 29 de diciembre de 2013

{ antoine b. daniel }

Todo lo que le rodea no es más 
que un vacío que lo separa de ella. 
Que lo separa de la esperanza 
y ya del deseo de esta mujer. 
Ya no oye nada, ya no ve nada. 

Oye el corazón de la muchacha y ve sus ojos.
¿Es posible echar de menos un rostro
tan pronto como acabamos de descubrirlo?
¿Es posible saber, en el espacio de una mirada,
que uno ya no va a poder respirar
sin el aliento de este rostro
y el ardor de sus labios?

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