miércoles, 8 de septiembre de 2021
{ te irás }
lunes, 8 de febrero de 2021
{ destino }
¿Qué haces ahí, colocando tus cosas, vaciando tu maleta?
¿Quién te ha dicho cómo entrar y cómo quedarte?
Yo no quería, no lo entiendo. No quiero mirarte y sentir que me sobra espacio entre tu pecho y el mío; no quiero besarte como si no hubiese habido otra boca, como aquel día en el cine donde suavemente entrelazaste tus dedos en mi pelo y me sentí caer.
¿Qué me pasa?
¿Qué hago?
Que miedo da todo de repente, que miedo no verte más, no volver a acariciarte, que miedo no escuchar tu risa y dejar de sentir esa paz en tu pecho, en tu piel. Quiero llorar de impotencia sabiendo que me has traspasado como el corte de un papel: sin darme cuenta, rápido y sutil a la vez; me dueles y me escueces y me arañas las murallas que tan bien me habían quedado, y me curas, me llenas, me cuidas haciéndolo parecer tan fácil, tan natural. Eres como un recuerdo de otra vida, yo ya te conozco y tu ya me conoces a mi; como si de un reencuentro se tratara: ya me he perdido en tus ojos antes, ya me han tocado tus manos, yo ya he sentido tu piel. Sé que también te sientes perdido, lo sé porque nos hicieron por igual, esa facilidad para disimular el dolor, la soledad, detrás de un carisma impecable, una sonrisa eterna, ese don para ayudar. No quiero que tengas miedo a ser tu mismo conmigo, no quiero que tengas miedo a arriesgarte, no quiero que tengas miedo a nada nunca más. Confío en la certeza y en la fuerza de tus manos para dejarme caer, y quiero que saltes conmigo, quiero invitarte a volar, a construir un hogar, con los cimientos más firmes, con el calor más puro, con el tiempo y la paciencia del que sabe que ha encontrado su lugar, con todo ese amor que guardamos y que no habíamos podido dar.
martes, 10 de noviembre de 2020
{ no quiero }
He querido tanto que ya no sé querer.
A veces releo mis palabras buscando un punto de inflexión, mas no encuentro el momento. Solo se vació y ya no llena, solo filtra, no guarda, solo aleja, no extraña, solo sacia, se cerró. No hay click, no hay más o menos, no hay cosquilleo. Por momentos pareciera que alguno se instala más de la cuenta en mi mente y apenas sacudiendo un poco lo dejo caer fuera si quiero. Cada cual tiene su manera, su forma de tocar, su calor, su mirada, pero confundo sus cuerpos si solo hablo de placer. Aquel que entiende el punto exacto repite, el que no me abruma o me aburre. Solo queda el gris.
Me pregunto si espero a alguien especial y no anhelo respuesta. Hay domingos por la tarde que me cuestan más, o noches en las que paso más frío, pero puedo dormir igual. No necesito llenar un hueco como antes, porque no hay hueco que llenar. Estoy completa, con o sin, me siento una. Soy suficiente.
Miro a las parejas en la plaza, discuten, se besan, se ignoran. Me dan pereza. Enamorarse así sin control, de forma desmedida y exponerse no tiene sentido en mi cabeza. Claro, que hablamos del corazón, pero no parece haber diferencia. Nadie me duele, nadie me frena, y eso está bien.
No hay necesidad de suicidar los latidos en un intento desesperado por amar, por aferrarse al más mínimo esbozo de afecto. Cuando el camino es tranquilo se disfruta el doble: sin prisas, sin exigencias, sin dependencia. Solo hacer y dar si quiero, recibir y compartir sin más.
Y estoy bien.
sábado, 7 de noviembre de 2020
{ dosis }
No lo imaginaba así. Mucha inocencia perdida para llegar a una noche que no daba por posible.
Era el calor de su piel lo que me daba sueño, ese tacto suave como el café de sus ojos, sus manos.
La luz tenue cual atardecer ambientaba esa sensación que solo produce el fuego, esa intimidad, ese deseo de arder y consumirse hasta en el más ínfimo rincón. Cenizas, acumuladas por años, se encendían como el color en mis mejillas, como el brillo de mis ojos, y se perdían entre la tela de la ropa que nos quitamos y esa a la que me agarraba con fuerza arañando el sudor.
Me sujetaba firme, imponiendo, y me presionaba con sutileza; me acorraló como si me arropara, y sobraba deseo suficiente entre su pecho y mi espalda para sentirme indefensa, y desnuda, y la intensidad se acumulaba y atropellaba mi respiración, ya no controlaba nada, me dejé perder entre sus brazos, sus dedos. No paraba. No me dejaba parar.
-Tenía ganas de tenerte así- murmuró despacio en ese espacio izquierdo entre mi nuca y mis pendientes, dejó caer esas letras que se escurrieron por mi pelo y se estremecieron mis pupilas arqueando mi espalda mientras hundía sus dientes en mi piel; yo no podía casi respirar, solo sujetarme a su brazo con desesperada devoción suplicando en mi mente una pausa inconcebible mientras no dejaba de temblar. -Me voy a correr- susurró entrecortando el sonido en sus palabras y en la intensidad de suaves e interminables segundos nos quedamos allí, sin aliento, apretados, sedientos y saciados envueltos en complicidad.
Cómo le digo ahora a mi cabeza que pare el bucle de sílabas que salieron de su boca en ese instante, y a mi cuello que deje de estremecerse en el recuerdo del tacto de su voz. Esa luz avivando la piel. Me mata pensar que perdimos tanto tiempo y me urge detenerlo para dejarle de pensar, para sentirme de nuevo indefensa, y desnuda, para que me tenga así una vez más.
No lo imaginaba así.